sábado, 18 de mayo de 2013

Cuando yo llegué ya estabas roto, corazón.


Lo negro se convierte en blanco, como si alguien me hubiera prendido la luz. Noches y noches con mi almohada pensando, meditando, regresando el cassette para ver en que parte de nuestra exquisita historia estuvo el error. Slow-motion para no perderme ningún detalle, ningún detalle que se me resbalara por los ojos de tu recuerdo. Lo encontré, y no en el cassette. Es que cuando yo llegué ya estabas roto, corazón.

Estando tanto tiempo juntos permitiéndonos parecer nuestra longevidad una eternidad. Sintiendo que tus labios son lo mejor que jamás me ha besado. Eres el sol yendo abajo, como un hermoso atardecer. Llamándote “mi vida” porque en realidad te la estaba entregando. Verte dormir con tus múltiples caras bonitas, comprobando la teoría de Nietzche que cuando un ser humano duerme, es la manera más transparente en la que lo encontrarás. Escuchar tu diferente ritmo de respiración y encontrar al mismo tiempo tu olor natural. Evitando pensar en el final porque sabía que iba a haber un final. Me duele todo el amor que te tengo y que siempre te tendré. Me duele la conciencia de saber que jamás pudo ser. Y es que cuando yo llegué ya estabas roto, corazón.

Creyéndome tus preciosas palabras, justificando tus burdas acciones. Apestando a felicidad. Aferrándome y forzando tal vez, la trascendencia. Mi objetivo principal en lucha constante contra tu naturaleza de ser. Tan sublime y hermosa pasión llena también de fugacidad. Esa fugacidad que te lleva a evitar la perpetuidad. Ahora solo eres un viejo creador de sueños porque cuando yo llegué ya estabas roto, corazón.



Photo by: SoyFerMorales


jueves, 16 de mayo de 2013

Noches extrañas.

Ha sido una noche extraña. Una noche que me es tan simplemente personal y reveladora, que rara vez sucede. Es una noche donde encuentro toda mi mierda junta y trato de regresar a mi antiguo yo, a mi estado natural. Durante meses he estado tan centrado en la búsqueda de la felicidad en las personas y cosas, tratar de llenar mi vida con objetos y la lucha por la aprobación de los demás, por el estar en el muro de su recuerdo por siempre para mi validación personal. Así que ésta noche decidí que era tiempo de parar y volver a ser yo. Misterioso, solitario, privado, honesto, slo yo. Mi “yo” que escondí, el que realmente adoro. Pasos en el camino de la oscuridad durante unas horas. Un camino que hubiera sido cansado en otro momento, en otra hora. Camino que hizo ameno un aparato de música, una serie de melodías. Di un paseo por la parte olvidada de mi colonia. La que no tiene la falsedad de esas sonrisas de tus vecinos al salir de tu casa una mañana y encontrarlos, igual que tú, saliendo de su casa para ir a la vida de adultos. Me encanta que cuando caminamos en la oscuridad, nuestros ojos se transfieren a un estado invisible, donde ni tu ropa cara, ese regalo de Navidad traído del extranjero, ni tus nuevas botas de piel que te dieron de intercambio ni ese aroma que tanto dinero te costó y te pones a diario importan. Donde todo eso pertenece a ninguna parte. Podríamos ser cualquiera. Podríamos incluso convertirnos en lo que siempre añoramos. Tan fascinante que asusta. Avanzas de un lugar a otro. De tu casa a tu escuela que está a más de veinte kilómetros para que nadie en la calle sepa que, ese tan conocido lugar para ti, existe. Parece que caminar aquí te proporciona anonimato. Pero el anonimato nunca perdura. Siempre regresa a tu recuerdo las personas. Esas personas que significan tanto para ti. La trascendencia, el dinero, esas frases mariquitas que nunca creíste posible sacar de tus labios, la tarea que no hiciste, la felicidad, la universidad, las palabras que no dijiste y tienes tan poco tiempo para decirlas, el amor, la traición, todo eso de lo que arrepentiste hacer, tus padres, tu próximo cumpleaños, los chistes locales, el cuerpo humano, esas mentiras que sabías lo que eran pero querías seguir escuchando, el aroma que no quieres olvidar, ese porro que fumaste en la salida escolar, las risas que quieres volver a reír, tus instintos salidos del corazón no vistos bien por la sociedad, las platicas intensas que duraban horas antes de dormir, el bullying que resumías en amor, los amaneceres de tu escuela, esas noches que tus ojos se cerraban de no poder más estudiar, esas borracheras que terminaban en abrazar el escusado, la meditación en la regadera, tus besos, el llanto; para así finalmente estar de vuelta en mi lugar natural. Tranquilo y privado. Ocultarse como siempre y estar en un estado cómodo y familiar. Y es que pareciera que solo así, puedes ser feliz con la gente o la gente contigo. Pero no importa porque tendrás unas noches extrañas más, esas que tan rara vez sucede, en las que te reencontrarás con tu estado natural, y tal vez, tu antiguo yo quedé a perpetuidad.



Photo by: SoyFerMorales