jueves, 16 de mayo de 2013

Noches extrañas.

Ha sido una noche extraña. Una noche que me es tan simplemente personal y reveladora, que rara vez sucede. Es una noche donde encuentro toda mi mierda junta y trato de regresar a mi antiguo yo, a mi estado natural. Durante meses he estado tan centrado en la búsqueda de la felicidad en las personas y cosas, tratar de llenar mi vida con objetos y la lucha por la aprobación de los demás, por el estar en el muro de su recuerdo por siempre para mi validación personal. Así que ésta noche decidí que era tiempo de parar y volver a ser yo. Misterioso, solitario, privado, honesto, slo yo. Mi “yo” que escondí, el que realmente adoro. Pasos en el camino de la oscuridad durante unas horas. Un camino que hubiera sido cansado en otro momento, en otra hora. Camino que hizo ameno un aparato de música, una serie de melodías. Di un paseo por la parte olvidada de mi colonia. La que no tiene la falsedad de esas sonrisas de tus vecinos al salir de tu casa una mañana y encontrarlos, igual que tú, saliendo de su casa para ir a la vida de adultos. Me encanta que cuando caminamos en la oscuridad, nuestros ojos se transfieren a un estado invisible, donde ni tu ropa cara, ese regalo de Navidad traído del extranjero, ni tus nuevas botas de piel que te dieron de intercambio ni ese aroma que tanto dinero te costó y te pones a diario importan. Donde todo eso pertenece a ninguna parte. Podríamos ser cualquiera. Podríamos incluso convertirnos en lo que siempre añoramos. Tan fascinante que asusta. Avanzas de un lugar a otro. De tu casa a tu escuela que está a más de veinte kilómetros para que nadie en la calle sepa que, ese tan conocido lugar para ti, existe. Parece que caminar aquí te proporciona anonimato. Pero el anonimato nunca perdura. Siempre regresa a tu recuerdo las personas. Esas personas que significan tanto para ti. La trascendencia, el dinero, esas frases mariquitas que nunca creíste posible sacar de tus labios, la tarea que no hiciste, la felicidad, la universidad, las palabras que no dijiste y tienes tan poco tiempo para decirlas, el amor, la traición, todo eso de lo que arrepentiste hacer, tus padres, tu próximo cumpleaños, los chistes locales, el cuerpo humano, esas mentiras que sabías lo que eran pero querías seguir escuchando, el aroma que no quieres olvidar, ese porro que fumaste en la salida escolar, las risas que quieres volver a reír, tus instintos salidos del corazón no vistos bien por la sociedad, las platicas intensas que duraban horas antes de dormir, el bullying que resumías en amor, los amaneceres de tu escuela, esas noches que tus ojos se cerraban de no poder más estudiar, esas borracheras que terminaban en abrazar el escusado, la meditación en la regadera, tus besos, el llanto; para así finalmente estar de vuelta en mi lugar natural. Tranquilo y privado. Ocultarse como siempre y estar en un estado cómodo y familiar. Y es que pareciera que solo así, puedes ser feliz con la gente o la gente contigo. Pero no importa porque tendrás unas noches extrañas más, esas que tan rara vez sucede, en las que te reencontrarás con tu estado natural, y tal vez, tu antiguo yo quedé a perpetuidad.



Photo by: SoyFerMorales


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